“…poesía necesaria como el pan de cada día”
Gabriel Celaya. La poesía es un arma cargada de futuro
Hace algunos meses, ARQUITECTOS EXPLOTADOS envió una carta al COAM en la que exponía la grave situación de prácticas ilegales y abusos en el empleo dentro de los estudios y empresas de arquitectura. Desde entonces se han propiciado una serie de iniciativas y debates pero desgraciadamente, también se han producido acusaciones, descalificaciones y malentendidos contra el colectivo y sus intenciones.En su mayor parte, hemos podido comprobar que se corresponden con un claro desconocimiento de la legislación laboral y de los derechos y obligaciones de empresarios y trabajadores. Parece que éste puede ser un momento oportuno para realizar una serie de reflexiones en torno a estos debates y al problema de la precariedad laboral.
La profesión de arquitecto ha sufrido una transformación radical en los últimos veinte años. Anteriormente contaba con un número pequeño de estudios que ejercían en una situación “gremial” ahora añorada: los honorarios eran fijos, el trabajo era artesanal, los clientes abundaban, se disfrutaba de un estatus social acorde con responsabilidades y honorarios, los nuevos arquitectos se formaban con sus maestros y luego montaban estudio propio… Desgraciadamente, la situación ha cambiado. Hoy en día en España asistimos a un incremento acelerado en el número de arquitectos: desde 2003 ha aumentado el número de colegiados en un 25%, existen actualmente 7 escuelas de arquitectura en torno a Madrid, a principios de 2007 había en España un arquitecto colegiado por cada 978 habitantes frente a una media europea de algo más de 1400 habitantes, etc.
El sistema de aprendizaje en estudio en el que el arquitecto experimentado obtenía mano de obra cualificada y el joven arquitecto se formaba hasta obtener su propia cartera de clientes, ha degenerado de manera alarmante y hoy en día constituye un pésimo sistema de empleo en el que el trabajador no tiene reconocidos sus derechos laborales mínimos y el empresario se encuentra ante una gran inseguridad jurídica, permanentemente amenazado por la Inspección de Trabajo o la demanda judicial.
Una cosa está clara. Tanto el arquitecto empresario como el arquitecto empleado se necesitan mutuamente, y la relación laboral es beneficiosa para ambos si se sitúa dentro de un marco legal de garantías básicas. Si cualquier otra profesión se inserta en este marco, ¿por qué nosotros, los arquitectos, no podemos? El funcionamiento del sistema de “colaboración” - término ambiguo que permite interpretarse para múltiples situaciones, desde el calculista externo al arquitecto que desarrolla un trabajo en términos de corresponsabilidad, pasando por su uso más habitual, la del trabajador en estudio sin contrato laboral, es decir, el falso autónomo - ha llegado a su límite tolerable. Éste se ha producido cuando la crisis ha golpeado el sector y los “colaboradores” han tomado conciencia de que a la precariedad salarial se sumaba ahora la inestabilidad y el despido libre sin las garantías mínimas con que cuenta el trabajador en cualquier otro sector.
Así, ahora se ha hecho patente el problema apareciendo enfrentamientos entre arquitectos, denuncias y acusaciones cruzadas que, precisamente ahora, son la manera menos deseable de afrontar la solución a los problemas múltiples de la profesión.
No debemos olvidar, sin embargo, que no nos encontramos ante una cuestión de arbitraje simétrica en la que ambas partes defienden intereses y derechos legítimos. Existe una asimetría clara, con una parte más débil, sin posibilidad de expresar sus quejas al carecer de un paracaídas que le permita afrontar un despido, pero a la cual asiste la legalidad, y otra que no cumple la exigencia mínima de realizar un contrato de trabajo y se ahorra obligaciones básicas reconocidas por Ley como el pago de la Seguridad Social de sus asalariados, la indemnización por despido e incluso la bajas por enfermedad y maternidad, las vacaciones pagadas. Dentro de esta situación asimétrica es donde hay que entender los procesos de denuncia.
En cuanto a los arquitectos que denuncian, no son “falsos arquitectos”, oportunistas, usureros y desleales, que se aprovechen de la situación para hacer caja. Normalmente, se trata de un colectivo que sufre una situación ilegal, injusta y discriminatoria respecto a cualquier otra profesión (no digamos ya una titulación técnica superior). No hay más que echar un vistazo al convenio colectivo que rige el funcionamiento de cualquier ingeniería para ver la distancia que existe entre los derechos laborales de los arquitectos y cualquier profesión afín. No se aprovechan de supuestos vacíos legales inexistentes, sino que exigen que se cumpla la Ley y el Estatuto de los Trabajadores, reivindicaciones laborales mínimas y justas. Si muchos de ellos no han reaccionado antes, ha sido porque temían perder su precario puesto de trabajo, sabiendo que cada vez es más difícil encontrar empleo en nuestra profesión.
Debe entenderse también que la legalidad es garantía para todos, también para el empresario, y que es su obligación realizar contrato laboral a sus trabajadores. La mejor manera de defender y exigir sus derechos consiste en contar con la seguridad del amparo legal. Fuera de la Ley, únicamente perpetúan su propia inestabilidad. Por supuesto, el paso a la legalidad supone un precio: tendrán que añadir al sueldo del trabajador el coste de la Seguridad Social, que hasta ahora no pagaban, y que permitía ofertar precios por debajo de la competencia de aquellos que sí contratan legalmente. No es cierto que la legalidad suponga un corsé que impida el desarrollo de concursos y trabajos temporales. La gran variedad de contratos que existen (indefinido, por obra, temporales, prácticas, a tiempo parcial…) permite una gran flexibilidad en la contratación que se ajusta perfectamente a las necesidades cambiantes de un estudio de arquitectura.
Con esta situación de hoy en día resulta totalmente injustificable la reacción de los que, amparándose en la defensa de la “verdadera arquitectura”, presuponiendo que se dedican a la “arquitectura de calidad”, el “arte de la profesión” o “el trabajo intelectual”, y defendiendo que ellos se dedican a formar “colaboradores” y “futuros arquitectos” (ocultando que gracias a estos arquitectos, verdaderos trabajadores asalariados, sale adelante el trabajo del estudio), se aprovechan de la buena predisposición, capacidad técnica e interés por aprender de muchos jóvenes arquitectos para someterles a un régimen de explotación laboral con toda clase de injusticias asociadas: horarios extenuantes, sueldos de miseria, incertidumbre en el cobro, despido arbitrario, exclusividad, ambigüedad e indefinición de las condiciones laborales, incluso sin reconocer el trabajo que han realizado… un camino abierto a cualquier abuso sobre el Trabajador. Estos mismos arquitectos son los que conscientemente hacen rotar a sus “colaboradores” cada uno o dos años, periodo en el que el trabajador suele hartarse de este abuso, de modo que siempre tienen un arquitecto joven e ingenuo del que aprovecharse. No ofrecen a estos “colaboradores” una legalidad que les permita tener unas expectativas mínimamente esperanzadoras de progreso en su profesión y, por supuesto, despiden al trabajador en cuanto este solicita un contrato laboral porque consideran que un arquitecto con contrato se convierte en “funcionario” (sic). Si les cuesta creer este panorama, por favor, miren las ofertas que se realizaban en las Bolsa de Empleo del COAM, hasta que fueron prohibidas por no cumplir la legalidad hace muy poco, o echen un vistazo a las ofertas de trabajo de muchos de estos arquitectos en sus páginas web. Si hay que buscar responsables de la degradación de la profesión…ahí los tiene.
Desde nuestro colectivo, entendemos que amar la profesión es defenderla en la integridad de la figura del arquitecto. NO PODEMOS CONSENTIR QUE LA BUENA ARQUITECTURA SE REALICE A COSTA DE LA EXPLOTACION LABORAL, ya que esta miseria degrada la propia obra. Nuestra profesión es una labor intelectual que requiere continuo aprendizaje de técnicas y nuevos conocimientos. Invertir en el empleo, el sueldo, la seguridad y la formación del arquitecto que trabaja en el estudio es apostar por la calidad y la perfección de la obra construida. En este tiempo de crisis estructural de la profesión, esta apuesta puede que determine además el futuro de nuestra arquitectura.
8 comentarios:
ole,ole y ole! con dignidad y sin entrar al trapo...
creo que los colegios no se están comportando como amigos-compañeros, porque cobran a todos por igual, sin importar los trabajos que vises, y no reducen personal (el de madrid creo que sí)
Ole por Alexia! Muy bien dicho compañera!
VOY A HABLAR DEL SECTOR DE LAS SOCIEDADES DE TASACION. Los tasadores disfrutan de un contrato de prestación de servicio de por vida. Este contrato no define cuales son realmente las condiciones de trabajo, simplemente dice que vas a realizar informes de tasación y punto. Firmas unas tarifas cuando entras y te moriras con ellas y si tienes suerte te las aplican, porque siempre existe excusa para su no aplicación. El horario de trabajo es que no hay horario y en los años atras de boom inmobiliario los fines de semana eran un lujo. Se ganaba dinero?, pues como en todos los sitios unos más y de manera más comoda que otros, pero no tenías elección, o entrabas en la dinámica o eras un marginal.
¿Que pasa ahora?. No hay trabajo, pues no es necesario mandar a la calle a nadie, simplemente no suena el teléfono y ya está, mueres por desconexión, aquí no necesitan ERES,. Debido a esto jamás podrás reclamar nada.
El Banco de España te obliga a colegiarte para trabajar como tasador (mayoritariamente arquitectos y aparejadores), yo llevo mas de 15 años en el sector y jamas he visto siquiera una referencia al sector en ninguna actividad colegial.
Desde luego que el colegio de arquitectos es una farsa... yo, desde luego, si no fuera porque es obligatorio dejaria de estar colegiada.
Pero, compañeros, hay que protestarles directamente a ellos, que sepan que no estan haciendo su trabajo...
Muy buen artículo.
Lo de "falsos arquitectos", es muy fuerte!!!! A esa persona hay que mandarle a los inspectores de trabajo, a lo mejor así cerraba la bocaza!!!!
Un abrazo compañeros.
Un saludo desde Galicia, donde las cosas son tan desastrosas como en cualquier otro lugar. Creer en algún tipo de "lucha", tras estudiar siendo pisoteado continuamente (al menos en A Coruña), ser pisoteado en los trabajos y vivirlo como un lujo, y verse de repente con los bolsillos vacíos, es casi imposible. Por aquí, el tedio y la desesperanza vencen a cualquier voluntad movilizadora. Habrá que ir pensando en la emigración.
Publicar un comentario